Competencia de 3D en Laguna Caren, septiembre 2023.

La experiencia de soltar flechas

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“Soltar flechas”. Ese es el nombre correcto, el técnico. “Lanzar flechas” es el término que se utiliza cuando una persona se acerca a la disciplina y no tiene nada de conocimientos, y se siente avergonzado, muchas veces, al hablar con arqueros ya curtidos, o la maestra que hablan de “soltar la flecha”.

En otros deportes se hablar de “tocar” al adversario (la esgrima) “hacer contacto” (artes marciales), y así, en cada deporte hay una forma correcta de nombrar las acciones que se ejecutan.

Sin embargo, y voy a escribir a título personal, -si a usted le pasó igual lo podemos comentar-, mi arribo a la arquería fue fortuita y merced a un gusto de “cabro chico”. Es decir, me gustaba la “tontera” desde chico.

Sí, porque recuerdo que al leer las historietas del “Far West” o “El Llanero Solitario”, antes de la televisión; o “Jungla”, Mawa” o “El Intocable”, en las selvas del Mato Grosso, descubrí que con un par de “palos” se podía emular las armas de los «indios».

Así partió.

Con una “pita” o un cordel, atábamos por esos años una rama larga, previamente pelada con el cuchillo cocinero de la casa, para “tirar” las flechas elaboradas con ramas, las más derechas que encontrábamos en los árboles.

Y así, con una pluma en la cabeza (generalmente de gallina o sacada de algún plumón o cojín), alguna manga amarrada en uno de sus extremos, a modo de «carcaj», o simplemente con las flechas entre polera y espalda, salíamos a “guerrear” con el vecino que tenía su “colt” traído por el Pascuero o que había recibido en su cumpleaños.

La sensación cuando, mozalbetes inconscientes, “lanzábamos” nuestras flechas hacia nuestros enemigos, los blancos, era única. ¡Claro pues! ¡Si la flecha salía de nuestro arco, en cambio la “bala” de nuestro enemigo era imaginaria! ¿Captan ustedes la diferencia?

Tampoco faltaba la amiga de nuestra edad a la que también le gustaba que le hiciéramos un arco y sus flechas, y salía a correr con el grupo , sintiendo que era la heroína de la fantasía que vivíamos a esa edad.

Tampoco medíamos ni teníamos conciencia de que podíamos hacerle daño a uno de nuestros amigos, porque pudims ensartar una de las improvisadas flechas, a las que les poníamos una punta hecha una tapa de bebida, doblada y martillada, en un ojo o en otra parte del cuerpo. ¡En fin!

El “olvido” obligado

Sin embargo, esta etapa pasa rápido y pronto olvidamos las sensaciones de poder manipular un arco y las flechas… Claro, la edad, otros intereses y hasta los retos de los padres, hacían que uno lo olvidara.

Pero estoy seguro de que muchos, entre los que me cuento, nunca olvidamos totalmente el placer de hacer volar una flecha… Y ya mayores, reincidimos. Claro que ya con conciencia, con más conocimientos, pero siempre con la misma ambición de disfrutar la sensación de “soltar una flecha”, intentar ver su corto vuelo, cuyo destino, ahora, es un target o un animal simulado, y no un compañero de juegos de la infancia.

Y a pesar de ser una disciplina donde tu mayor adversario eres tú mismo y no tanto tus compañeros -de un mismo club o de otros-, se puede definir como un deporte solitario, donde al momento de enfrentar tu blanco, sólo eres tú, tu arco y la flecha que volará al centro donde tus ojos, tus manos y tu mayor deseo, quieres que llegue…

 

¡Buenas flechas, amigas y amigos arqueros…!

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